Los Bundy se van de vacaciones, pero como Al se niega a pagar cuatro billetes de avión hasta Hawaii, su destino no es otro que Dumpwater, un pueblucho de Florido en el que cada cinco años alguien aparece asesinado a hachazos. De hecho, las víctimas siempre son turistas que se alojan en el mismo motel escogido por Al. A pesar de los avisos de una camarera para que abandonen el lugar, y de la hostilidad de los paisanos, Al insiste en que sus vacaciones son la única época del año en la que puede hacer lo que le da la real gana y se niega a marcharse.